El trabajo de intermediación en la compraventa de fincas rústicas ha evolucionado extraordinariamente en los últimos años. Lo que hasta hace poco tiempo venían desarrollando los llamados corredores de fincas, se ha convertido en un trabajo especializado donde la preparación y la inversión en medios económicos y personales se ha convertido en la mejor garantía para los propietarios de fincas rústicas.

El trabajo comienza en la valoración de la finca rústica. Tradicionalmente, este valor venía fijado por las valoraciones realizadas hasta entonces en fincas situadas en el entorno más próximo. Este concepto está dejando de ser válido si se estudian los diversos usos que podemos dar a la finca, incrementando por tanto su posible valor de mercado.

Una vez estudiadas las diversas propuestas de valor para la finca, se debe hacer una correcta presentación de la finca rústica para hacerla llegar a terceros interesados en su adquisición. El uso de personal cualificado junto a la incorporación de nuevas tecnologías permitirá reunir toda la información necesaria para elaborar un completo informe que dé garantías y conocimiento a los posibles compradores.

La venta de una finca rústica se debe apoyar en un exhaustivo plan de acción individualizado para cada finca. Nos podemos encontrar principalmente con 4 tipos de fincas:

• Fincas agrícolas y/o ganaderas
• Fincas cinegéticas
• Fincas forestales
• Fincas de recreo

Dependiendo de cada una de ellas, desarrollaremos un plan de acción específico que tendrá una vertiente offline con gestiones presenciales y una vertiente online con un plan de marketing digital personalizado encaminado a vender cada una de las fincas.

Una vez localizado el posible comprador, el asesoramiento jurídico y fiscal debe permitir la optimización de recursos para el propietario. Todo ello desde el rigor profesional y el conocimiento de la legislación aplicable a cada finca.